Thursday, March 16, 2006

"Los aplausos me hicieron emocionar"

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Por HORACIO GARCIA.

Después de tantas vueltas, el arquero debutó en Boca. El domingo atajó en la Reserva y la gente reconoció su actuación.

El domingo, en el partido de Reserva contra Quilmes, Pablo Migliore cumplió su sueño de atajar en Boca. Después de tantas idas y vueltas con respecto a su pase, que el juez de la quiebra de Huracán no daba el ok, que era necesario un recurso de amparo, que su incorporación podía quedar en la nada... Después de tanta incertidumbre, el arquero fue habilitado y, contra Quilmes (1-0), arrancó con el pie derecho: fue la figura de la cancha.

—Te sacaste el gusto.
—Sí, ¡por fin pude pisar la Bombonera y debutar en Boca!

—¿Cómo te sentiste?
—Con un poco de nervios al principio. Pero sabía de antemano que iba a ser así. Habrá que acostumbrarse e ir adquiriendo ritmo de competencia. No te olvides de que ya llevaba tres meses sin competencia. Imaginate que si para un jugador de campo esa inactividad es una situación complicada, para un arquero todo se acrecienta. La intención pasa por ir haciendo las cosas de a poquito, sin dar pasos en falso.

—Incluso por tu contextura física, la falta de competencia es un punto importantísimo.
—Boca es un club muy importante, en donde no te podés equivocar. Al ponerme esta camiseta, interiormente sentí una fuerza que me empujaba hacia adelante y eso me ayudó bastante.

—Desde chiquito querías estar en este lugar. ¿Empezaste a sacarte una espina?
—Siempre soñé con esto. Estoy feliz. Pero la espina me la voy a sacar definitivamente cuando me toque jugar en Primera. Por ahora tengo que aprovechar estos partidos para ponerme a punto.

—¿Alguna vez habías pisado la Bombonera?
—En el 96, en Novena, fui alcanzapelotas. Fue en un partido con Independiente. Ahí comprobé que es verdad que tiembla. La Doce empezó a saltar y gritar y yo sentía que el piso se me movía.

—¿Dónde estabas ubicado?
—Por supuesto que detrás del arco que da a La Doce. Seguía atentamente los movimientos del Mono Navarro Montoya, mi ídolo. Lo veía y soñaba con estar en su lugar. No bien terminó el partido salí corriendo y le pedí sus guantes. Me los regaló y todavía los conservo colgados en mi habitación. Fue un momento increíble.

—El domingo, los hinchas te aplaudieron varias veces.
—Entré mentalizado en hacer las cosas bien. Pero en un momento, en el segundo tiempo, cuando tapé dos mano a mano seguidos en el arco de la hinchada, sentí los aplausos y me hicieron emocionar. Espero no defraudarlos

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